Llegamos por fin, después de cinco etapas repartidas en tres años, arribando con la marea de la lluvia, como obliga la leyenda, a Santiago.
Ensimismado en la visión de la foto, en ese mismo instante, recuerdo pasajes que simplemente me vienen a la memoria con cierto orden, y los describo: pasar al atardecer por el parque de los alcornocales, del que ya tanto he hablado como el paraíso en la tierra; la subida y bajada del Calvario, a oscuras, deslumbrados por las luces de Almadén; las suaves dehesas llenas de ganaderías entre Sevilla y Mérida; la Mérida romana misma; la comida reponedora en el centro social del jubilado de no sé qué pueblo; la subida por la calzada romana con peldaños en Baños de Montemayor, coronada en el alto de Bejar; el solitario e histórico arco de Caparra; Salamanca con calles llenas de gente, las tapas, el puente romano, la rana; Zamora con fiesta medieval incluida; Puebla de Sanabria en un alto junto a un pantano y la cena con nuestra camiseta de España; A Gudiña, su hotel restaurante, su garaje; la subida a Albergaría y el bar de conchas de vieiras; Allariz con BoneyM (el negro y las tres pedorras); el cuestón a la salida de Orense; las corredoiras de piedra y castaños; el pulpo y la lluvia.
Toda la lluvia posible se reservó para el final, pero ya sabéis, sin sufrimiento no hay gloria.
…..porque los tocapedales hemos aprendido a disfrutar de estos viajes. Un brindis por la segunda llegada a Santiago, sin bajas.